Qafé-Cero 5: Clean Industrial Deal (CID) y su aplicación en España

Qafé-Cero 5: Clean Industrial Deal (CID) y su aplicación en España

El pasado jueves 10 de abril, la Alianza Q-Cero celebró su quinto Qafé-Cero, una sesión virtual que reunió a cerca de 60 asistentes interesados en conocer el Clean Industrial Deal (CID) y explorar sus implicaciones y oportunidades para la industria española. El evento fue moderado por Mikel González-Eguino, profesor de investigación en BC3 y experto en economía del cambio climático, quien destacó la relevancia de abrir este espacio de diálogo entre representantes del sector público, privado y social.

La sesión dió inicio con una encuesta interactiva para conocer el nivel de familiaridad de los participantes con el CID. Los resultados mostraron un conocimiento general positivo, aunque con margen para profundizar, especialmente en relación con los pilares prioritarios del pacto, como la energía asequible y el impulso de la demanda de productos verdes. Esta actividad marcó el punto de partida para un ciclo de trabajo que se extenderá con talleres y documentos prácticos orientados a aterrizar el CID en el tejido industrial español.

Una visión del Clean Industrial Deal desde el Ministerio de Industria y Turismo

La intervención central del encuentro estuvo a cargo de Alejandro Tortosa Serrano, Jefe de Servicio en la Subdirección General de Estrategia y Ecosistemas Industriales del Ministerio de Industria y Turismo. Durante su intervención, presentó la visión del Ministerio sobre el Clean Industrial Deal y su implementación en el contexto español. Comenzó afirmando que “sin industria no hay sostenibilidad”, y explicó que el CID representa un cambio en la estrategia industrial europea, al incorporar explícitamente la competitividad como un eje junto a la sostenibilidad. Según señaló, si la industria europea no mantiene su competitividad, tenderá a desplazarse hacia países donde la descarbonización no forma parte de la agenda.

Tortosa repasó los seis pilares del CID: energía asequible, mercados líderes para productos verdes, financiación a largo plazo, economía circular y acceso a materias primas, apertura comercial y alianzas internacionales, y mejora de competencias. Se centró en los aspectos que consideró más relevantes para España, comenzando por el acceso a energía asequible. Explicó que las industrias europeas enfrentan un coste eléctrico significativamente superior al de otras regiones como Estados Unidos o Asia. En ese marco, propuso reforzar las interconexiones eléctricas, especialmente con Francia, y priorizar la conexión a red de proyectos industriales financiados con fondos públicos. También indicó que los contratos de compraventa de electricidad a largo plazo (PPA) aún presentan incertidumbres para muchas empresas, y que por tanto el apoyo público debe considerar no solo la inversión (CAPEX), sino también los costes operativos (OPEX).

En relación con los productos descarbonizados, reconoció que la demanda actual es limitada, lo que reduce el incentivo para invertir. Preguntó de forma retórica: “¿Quién quiere pagar más por un producto verde? No es la tónica del mercado”. En este sentido, destacó que la compra pública verde puede actuar como un mecanismo de impulso, y puso como ejemplo el Reglamento de Envases, que establece criterios sostenibles en las licitaciones.

También hizo referencia a los desafíos asociados a las definiciones técnicas. Señaló que no existe un consenso europeo sobre qué constituye un producto verde, lo cual puede generar desequilibrios competitivos. “En España tenemos claro lo que es acero verde, pero Alemania tiene otra definición”, explicó. Este tipo de diferencias, afirmó, debe abordarse en el marco del CID para evitar que la falta de armonización perjudique a determinadas industrias.

El hidrógeno fue otro de los temas destacados. Tortosa subrayó su importancia para sectores como los fertilizantes, donde puede sustituir procesos intensivos en emisiones. Indicó que no basta con instalar electrolizadores si no existe un apoyo sostenido al funcionamiento de estas tecnologías. En este punto, propuso incorporar la categoría de “hidrógeno bajo en carbono” como alternativa realista en el corto y medio plazo.

Sobre la financiación, apuntó que los procesos industriales requieren planificación a largo plazo, y que las ayudas públicas deben estar alineadas con esa visión. Mencionó iniciativas como la subasta piloto de 1.000 millones de euros del Innovation Fund, y señaló que una parte de los fondos debería cubrir también los costes operativos de las nuevas tecnologías.

Además, planteó que la carga administrativa actual representa un obstáculo para muchas empresas, y que reducir la burocracia es una condición necesaria para acelerar la transición.

En materia de economía circular, enfatizó la necesidad de evitar la exportación de residuos valorizables como la chatarra, dado que son materias primas relevantes para sectores como el acero o el aluminio. Según explicó, esta pérdida de materiales estratégicos afecta la competitividad de la industria europea frente a otros mercados.
Por último, se refirió al Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM), que describió como un instrumento con potencial, pero aún con deficiencias importantes. Indicó que “tal y como está diseñado, se puede esquivar por muchas vías”, y advirtió que si no se reforma antes de su entrada definitiva en vigor en 2026, podría no cumplir sus objetivos o incluso generar efectos contraproducentes.

Tortosa concluyó señalando que la industria requiere un entorno normativo claro, accesible y alineado con los objetivos de descarbonización y competitividad. En su intervención, insistió en que el Clean Industrial Deal debe traducirse en medidas prácticas que permitan a las empresas avanzar en su transformación sin poner en riesgo su continuidad.

Reacciones al Clean Industrial Deal: visión multisectorial

Tras su intervención, se abrió una ronda de reacciones por parte de representantes de distintos sectores, todos centrados en cómo perciben y enfrentan el CID desde sus realidades. Albert Grau, de Rockwool, una empresa con alta demanda térmica, valoró positivamente el enfoque del CID pero advirtió que muchas veces las promesas quedan en el papel si no se acompaña con inversiones en red y planificación realista. “Hemos desarrollado una tecnología de plasma para sustituir el coque, pero nuestros proyectos dependen de que las redes eléctricas puedan acompañarnos. En Holanda, por falta de red, hemos tenido que reducir un proyecto al 75%”, explicó. Añadió que sin una planificación energética más ágil, el CID puede quedarse corto en su capacidad transformadora.

Desde el sector agroalimentario, Marta Miramunt, de Bonàrea, compartió el compromiso de su grupo con la descarbonización, detallando iniciativas en energía, movilidad y envases, pero cuestionó el desequilibrio entre exigencias normativas y competitividad internacional. “Cada vez hay más controles, más costes, más dificultades para cumplir. ¿Cómo competimos con otros países donde no se exige nada parecido?”, preguntó. Para Miramunt, el CID tiene sentido, pero debe ir acompañado de medidas que equilibren el terreno de juego y reduzcan la presión regulatoria que muchas empresas ya sienten como asfixiante.

Desde el ámbito social, Jon Moreno, de Ecodes, recordó que el Clean Industrial Deal no puede limitarse a una transformación tecnológica o económica, sino que debe poner a las personas en el centro. Subrayó que una transición verdaderamente justa debe garantizar empleos dignos, evitar el aumento de la desigualdad y asegurar que los beneficios de la descarbonización lleguen a todos los territorios y sectores sociales. “Promover la descarbonización sin integrar los objetivos sociales y ambientales socava la razón de ser de las instituciones, que es servir y defender el bien común”, afirmó. Valoró que el CID reconozca la importancia del acceso a empleos de calidad como parte esencial de una prosperidad sostenible, pero insistió en que “la transición industrial no debe profundizar en las desigualdades ni aumentar la precariedad laboral”. Por ello, defendió una gobernanza participativa que incorpore a trabajadores, comunidades locales y jóvenes, como parte fundamental del proceso: “Solo así podremos garantizar una industria europea competitiva que impulse una transición ecológica y justa del modelo productivo y genere bienestar sin destruir el planeta”.

Emilio Martín More, desde BBVA, remarcó que sin un marco adecuado, el capital privado no podrá movilizarse a la escala que se necesita. Celebró la intención del CID de crear un banco de descarbonización industrial y reforzar el Innovation Fund, pero advirtió que hacen falta garantías, datos fiables y menos burocracia para que los bancos puedan asumir riesgos y financiar tecnologías emergentes. “Necesitamos instrumentos que hagan bancables los proyectos de transformación industrial. Sin eso, la inversión no llegará”, sostuvo.

Por su parte, Isabel Fanjul, representante del grupo Jóvenes Q-Cero, compartió una reflexión desde su experiencia: el CID, aunque parezca abstracto, está más cerca de lo que se cree. Criticó la desconexión entre el mundo académico y las necesidades reales de la industria y pidió más espacios donde los jóvenes puedan colaborar, proponer ideas y equivocarse. Además, lanzó una advertencia: “Nos preocupa que, con el aumento del gasto en defensa, se desvíen fondos clave para la transición. La seguridad también es energética y climática. Apostar por una industria limpia es también apostar por nuestra autonomía”.

Finalmente, Patxi Calleja, director de regulación en Iberdrola España, subrayó que el verdadero freno a la descarbonización está en el diseño fiscal y regulatorio heredado del pasado. “Tenemos una electricidad grabada con impuestos similares al alcohol o al tabaco. ¿Queremos descarbonizar o no?”, planteó con rotundidad. Para él, el CID será útil sólo si se reforman estas barreras estructurales, se da acceso real a la red y se acompaña a la industria con esquemas de apoyo a largo plazo que garanticen estabilidad de precios.

La sesión concluyó con un breve bloque de preguntas donde se discutieron temas clave como la necesidad de una reforma fiscal que incentive la electricidad, los riesgos del actual diseño del CBAM y los tiempos de implementación del CID. Alejandro Tortosa respondió con claridad, reconociendo las dificultades, pero reafirmando el compromiso del Ministerio de Industria con una transformación industrial profunda, que combine sostenibilidad, competitividad y viabilidad a largo plazo. Como resumió el moderador, Mikel González-Eguino, “estamos ante un cambio de paradigma. El CID puede ser una hoja de ruta, pero su éxito dependerá de que sepamos aterrizarlo con inteligencia, ambición y colaboración real”.

El pasado jueves 10 de abril, la Alianza Q-Cero celebró su quinto Qafé-Cero, una sesión virtual que reunió a cerca de 60 asistentes interesados en conocer el Clean Industrial Deal (CID) y explorar sus implicaciones y oportunidades para la industria española. El evento fue moderado por Mikel González-Eguino, profesor de investigación en BC3 y experto en economía del cambio climático, quien destacó la relevancia de abrir este espacio de diálogo entre representantes del sector público, privado y social.

La sesión dió inicio con una encuesta interactiva para conocer el nivel de familiaridad de los participantes con el CID. Los resultados mostraron un conocimiento general positivo, aunque con margen para profundizar, especialmente en relación con los pilares prioritarios del pacto, como la energía asequible y el impulso de la demanda de productos verdes. Esta actividad marcó el punto de partida para un ciclo de trabajo que se extenderá con talleres y documentos prácticos orientados a aterrizar el CID en el tejido industrial español.

Una visión del Clean Industrial Deal desde el Ministerio de Industria y Turismo

La intervención central del encuentro estuvo a cargo de Alejandro Tortosa Serrano, Jefe de Servicio en la Subdirección General de Estrategia y Ecosistemas Industriales del Ministerio de Industria y Turismo. Durante su intervención, presentó la visión del Ministerio sobre el Clean Industrial Deal y su implementación en el contexto español. Comenzó afirmando que “sin industria no hay sostenibilidad”, y explicó que el CID representa un cambio en la estrategia industrial europea, al incorporar explícitamente la competitividad como un eje junto a la sostenibilidad. Según señaló, si la industria europea no mantiene su competitividad, tenderá a desplazarse hacia países donde la descarbonización no forma parte de la agenda.

Tortosa repasó los seis pilares del CID: energía asequible, mercados líderes para productos verdes, financiación a largo plazo, economía circular y acceso a materias primas, apertura comercial y alianzas internacionales, y mejora de competencias. Se centró en los aspectos que consideró más relevantes para España, comenzando por el acceso a energía asequible. Explicó que las industrias europeas enfrentan un coste eléctrico significativamente superior al de otras regiones como Estados Unidos o Asia. En ese marco, propuso reforzar las interconexiones eléctricas, especialmente con Francia, y priorizar la conexión a red de proyectos industriales financiados con fondos públicos. También indicó que los contratos de compraventa de electricidad a largo plazo (PPA) aún presentan incertidumbres para muchas empresas, y que por tanto el apoyo público debe considerar no solo la inversión (CAPEX), sino también los costes operativos (OPEX).

En relación con los productos descarbonizados, reconoció que la demanda actual es limitada, lo que reduce el incentivo para invertir. Preguntó de forma retórica: “¿Quién quiere pagar más por un producto verde? No es la tónica del mercado”. En este sentido, destacó que la compra pública verde puede actuar como un mecanismo de impulso, y puso como ejemplo el Reglamento de Envases, que establece criterios sostenibles en las licitaciones.

También hizo referencia a los desafíos asociados a las definiciones técnicas. Señaló que no existe un consenso europeo sobre qué constituye un producto verde, lo cual puede generar desequilibrios competitivos. “En España tenemos claro lo que es acero verde, pero Alemania tiene otra definición”, explicó. Este tipo de diferencias, afirmó, debe abordarse en el marco del CID para evitar que la falta de armonización perjudique a determinadas industrias.

El hidrógeno fue otro de los temas destacados. Tortosa subrayó su importancia para sectores como los fertilizantes, donde puede sustituir procesos intensivos en emisiones. Indicó que no basta con instalar electrolizadores si no existe un apoyo sostenido al funcionamiento de estas tecnologías. En este punto, propuso incorporar la categoría de “hidrógeno bajo en carbono” como alternativa realista en el corto y medio plazo.

Sobre la financiación, apuntó que los procesos industriales requieren planificación a largo plazo, y que las ayudas públicas deben estar alineadas con esa visión. Mencionó iniciativas como la subasta piloto de 1.000 millones de euros del Innovation Fund, y señaló que una parte de los fondos debería cubrir también los costes operativos de las nuevas tecnologías.

Además, planteó que la carga administrativa actual representa un obstáculo para muchas empresas, y que reducir la burocracia es una condición necesaria para acelerar la transición.

En materia de economía circular, enfatizó la necesidad de evitar la exportación de residuos valorizables como la chatarra, dado que son materias primas relevantes para sectores como el acero o el aluminio. Según explicó, esta pérdida de materiales estratégicos afecta la competitividad de la industria europea frente a otros mercados.
Por último, se refirió al Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM), que describió como un instrumento con potencial, pero aún con deficiencias importantes. Indicó que “tal y como está diseñado, se puede esquivar por muchas vías”, y advirtió que si no se reforma antes de su entrada definitiva en vigor en 2026, podría no cumplir sus objetivos o incluso generar efectos contraproducentes.

Tortosa concluyó señalando que la industria requiere un entorno normativo claro, accesible y alineado con los objetivos de descarbonización y competitividad. En su intervención, insistió en que el Clean Industrial Deal debe traducirse en medidas prácticas que permitan a las empresas avanzar en su transformación sin poner en riesgo su continuidad.

Reacciones al Clean Industrial Deal: visión multisectorial

Tras su intervención, se abrió una ronda de reacciones por parte de representantes de distintos sectores, todos centrados en cómo perciben y enfrentan el CID desde sus realidades. Albert Grau, de Rockwool, una empresa con alta demanda térmica, valoró positivamente el enfoque del CID pero advirtió que muchas veces las promesas quedan en el papel si no se acompaña con inversiones en red y planificación realista. “Hemos desarrollado una tecnología de plasma para sustituir el coque, pero nuestros proyectos dependen de que las redes eléctricas puedan acompañarnos. En Holanda, por falta de red, hemos tenido que reducir un proyecto al 75%”, explicó. Añadió que sin una planificación energética más ágil, el CID puede quedarse corto en su capacidad transformadora.

Desde el sector agroalimentario, Marta Miramunt, de Bonàrea, compartió el compromiso de su grupo con la descarbonización, detallando iniciativas en energía, movilidad y envases, pero cuestionó el desequilibrio entre exigencias normativas y competitividad internacional. “Cada vez hay más controles, más costes, más dificultades para cumplir. ¿Cómo competimos con otros países donde no se exige nada parecido?”, preguntó. Para Miramunt, el CID tiene sentido, pero debe ir acompañado de medidas que equilibren el terreno de juego y reduzcan la presión regulatoria que muchas empresas ya sienten como asfixiante.

Desde el ámbito social, Jon Moreno, de Ecodes, recordó que el Clean Industrial Deal no puede limitarse a una transformación tecnológica o económica, sino que debe poner a las personas en el centro. Subrayó que una transición verdaderamente justa debe garantizar empleos dignos, evitar el aumento de la desigualdad y asegurar que los beneficios de la descarbonización lleguen a todos los territorios y sectores sociales. “Promover la descarbonización sin integrar los objetivos sociales y ambientales socava la razón de ser de las instituciones, que es servir y defender el bien común”, afirmó. Valoró que el CID reconozca la importancia del acceso a empleos de calidad como parte esencial de una prosperidad sostenible, pero insistió en que “la transición industrial no debe profundizar en las desigualdades ni aumentar la precariedad laboral”. Por ello, defendió una gobernanza participativa que incorpore a trabajadores, comunidades locales y jóvenes, como parte fundamental del proceso: “Solo así podremos garantizar una industria europea competitiva que impulse una transición ecológica y justa del modelo productivo y genere bienestar sin destruir el planeta”.

Emilio Martín More, desde BBVA, remarcó que sin un marco adecuado, el capital privado no podrá movilizarse a la escala que se necesita. Celebró la intención del CID de crear un banco de descarbonización industrial y reforzar el Innovation Fund, pero advirtió que hacen falta garantías, datos fiables y menos burocracia para que los bancos puedan asumir riesgos y financiar tecnologías emergentes. “Necesitamos instrumentos que hagan bancables los proyectos de transformación industrial. Sin eso, la inversión no llegará”, sostuvo.

Por su parte, Isabel Fanjul, representante del grupo Jóvenes Q-Cero, compartió una reflexión desde su experiencia: el CID, aunque parezca abstracto, está más cerca de lo que se cree. Criticó la desconexión entre el mundo académico y las necesidades reales de la industria y pidió más espacios donde los jóvenes puedan colaborar, proponer ideas y equivocarse. Además, lanzó una advertencia: “Nos preocupa que, con el aumento del gasto en defensa, se desvíen fondos clave para la transición. La seguridad también es energética y climática. Apostar por una industria limpia es también apostar por nuestra autonomía”.

Finalmente, Patxi Calleja, director de regulación en Iberdrola España, subrayó que el verdadero freno a la descarbonización está en el diseño fiscal y regulatorio heredado del pasado. “Tenemos una electricidad grabada con impuestos similares al alcohol o al tabaco. ¿Queremos descarbonizar o no?”, planteó con rotundidad. Para él, el CID será útil sólo si se reforman estas barreras estructurales, se da acceso real a la red y se acompaña a la industria con esquemas de apoyo a largo plazo que garanticen estabilidad de precios.

La sesión concluyó con un breve bloque de preguntas donde se discutieron temas clave como la necesidad de una reforma fiscal que incentive la electricidad, los riesgos del actual diseño del CBAM y los tiempos de implementación del CID. Alejandro Tortosa respondió con claridad, reconociendo las dificultades, pero reafirmando el compromiso del Ministerio de Industria con una transformación industrial profunda, que combine sostenibilidad, competitividad y viabilidad a largo plazo. Como resumió el moderador, Mikel González-Eguino, “estamos ante un cambio de paradigma. El CID puede ser una hoja de ruta, pero su éxito dependerá de que sepamos aterrizarlo con inteligencia, ambición y colaboración real”.